viernes, 9 de octubre de 2015

Purulenta ceguera.

Y es que te odio, 
te odio como judas a Dios.
Te odio por haberme hecho creer que lo nuestro era amor, 
te odio por todo lo entregado, 
por el cariño y por mi calor.
 Y es que no hay peor odio 
que el amor transformado.
Tanto afecto guardado 
con la esperanza de un regreso inexistente, 
tanto afecto y calor frustrado 
de un iluso enamorado, 
ahora inerte. 
.Lang.

No hay comentarios:

Publicar un comentario